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YEGUAS KIRCHNERISTAS
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YEGUAS KIRCHNERISTAS
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MIS HERMANAS, LAS YEGUAS KIRCHNERISTAS -Por: Glasy Pereira-
de Glasy Pereira, el Martes, 18 de enero de 2011 a la(s) 20:47
La oligarquía conservadora argentina, el establishment y otros "rubros" tienen en sus filas a personajes notables, simpáticos, agradables, de elevado cociente intelectual y con un sentido del humor contagioso y chispeante.
Fíjense, compañeros, que todos ellos tuvieron la ocurrencia -producto de su incomparable intelecto- de llamar “yeguas” a mujeres que admiro.
¡¡ No podemos negar que son una monada!!.
Lo único lamentable es que cuando te llaman yegua quiere decir que hace tiempo que dejaste de ser potranca, ya no tenes los dientes de leche.
Pero comprobemos el producto de tanto ingenio. Recorramos juntos el magnífico mundo de los equinos.
Las yegüitas tienen en su piel tan diversa -colorida y variada, húmeda, brillante y tersa- pura sangre como parte de su despiadada sensualidad que suda en las crines y en las ancas.
Eso sí, son desconfiadas, incrédulas, arrogantes, insolentes, rebeldes y porfiadas. Estas bellezas se rebelan ante aquello que las desvía de su instinto de supervivencia.
En una palabra... ¡Son indomables y salvajes!!.
Sólo se dejan acariciar cuando les llevan un terroncito de azúcar a la boca o las cepillan para sacarle más brillo a su espectacular figura.
Las muestran y exhiben en torneos, competencias, ferias, partidos de polo, carreras en el hipódromo, donde saben que apuestan grandes sumas de dinero porque confían en su capacidad. Y en general no defraudan. Son muy responsables ante los compromisos que adquieren en la vida.
Las yeguas necesitan tener un orden, horarios, una agenda para no salir de su ritmo, de su integridad de palabra y obra. Son leales y honestas, fieles a sí mismas y a lo que dicen.
Y como si ésto fuera poco son verborrágicas, transparentes, con espíritu entusiasta, alegría, curiosidad, osadía, rebeldía, lealtad y fidelidad a prueba de mísiles. Claro que cuando las ofenden o maltratan se defienden dando coces, brincos y tiran al jinete más hábil por los vientos. Tienen fuego en las venas, son ardientes, vistosas, llamativas.
No conocen el perfil bajo, aunque traten de disimular su carisma éste sobresale.
Entre tanto equino están las yeguas blancas, esas cuyo corazón extraían los indios pampas como parte de sus ceremonias matrimoniales.
Pero aquellas que se destacan son las yeguas caponeras o madrinas.
Es lógico que así sea, muchachos, ya que es la que guía a otros animales de la tropilla, no porque éstos sean menos hábiles o estúpidos, sino porque ellos intuyen que Ella los guiará bien y les evitará desbarrancarse.
Pero claro está que no todos los equinos reconocen que la responsable de la tropilla es Ella; a veces las yeguas rabonas se sublevan, porque son ordinarias, altaneras y pendencieras y resulta difícil encarrilarlas. También se alborotan las yegüitas de Diomedes -rey de Tracia- esas que comen carne humana. No son yeguas plebeyas, tampoco pertenecen al proletariado, son yeguas finas, distinguidas, muy cuidadosas de las formas y lucen muy emperifolladas, te das cuenta cuáles son porque siempre hablan de matar, colgar, fusilar. Claro que después se comen crudas a sus víctimas, sin muchos remilgos. Las yeguas rabonas y las de Diomedes no son las únicas revoltosas y con un egotrip más alto que el Everest, a ellas suelen unírseles caballos que hablan de costado, que protestan con el ceño fruncido y se yerguen sobre las patas traseras a la vez que emiten relinchos amenazantes, pero eso es todo; esos son los capones.
Y como si fuera poco escándalo, el establo suele sacudirse con bramidos y rebuznos de cólera de burros, asnos, mulas y cebras -esas que son rayadas desde la cabeza hasta el culo y tienen un genio de los mil demonios-.
Intentan amedrentar a la yegua caponera.
Ignoran que la yegua madrina es similar al caballo de rejoneo. Ambos son sometidos a una doma y entrenamiento singulares con el fin de que pierdan el miedo ante la presencia del toro.
El caballo de rejoneo y la yegua caponera deben tener una fortaleza y velocidad considerables, así como rapidez de reacción y una condición peculiar, “tener corazón”, es decir, una valentía pareja a la del torero ante la cara del toro. ¡ No cualquiera guía a una tropilla donde existen estos ejemplares... Se necesita valor, fortaleza y mucho, mucho temple!.
Pese a sus veleidades y caprichos en el reino animal todos respetan al macho o la hembra alfa. No sucede lo mismo entre los humanos. Es lamentable que, si no aprendimos de la experiencia, tampoco aprendamos de los animales.
Un fuerte abrazo, compañeros. Glasy.-
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